Una jornada la vivida con el Maestro Andrés Hernando que permanecerán en el recuerdo por siempre
Maestro en los ruedos y en su propia finca, nos agasajó con su cariñosa cercanía en todo momento
En un mes en el que el campo se encuentra en su máximo esplendor, acudimos a la ganadería “Peñatella” invitados por el Maestro Andrés Hernando, su propietario. Situada en la localidad abulense de Marlín, en un bello paraje en el límite entre la sierra de Ávila y La Moraña, se encuentra rodeada de pastos y berrocales, con excelentes panorámicas de la sierra.
A nuestra llegada, en lo que supuso todo un privilegio, fuimos recibidos por el propio matador segoviano, uno de los toreros castellanos más destacados de su época en la que contó con un gran cartel en plazas de primera, principalmente en Sevilla; su hijo Gonzalo Hernando Aboin, quien fuera novillero, también estuvo presente dándonos a conocer los detalles de la formación y desarrollo de su ganadería.
Tras el almuerzo compartido, disfrutamos de un recorrido por los cercados de la finca para contemplar de cerca el ganado.Tratando de hacernos la visita especial, el Maestro Hernando dio suelta a dos becerras ante las cuales, nos obsequió con su toreo, clásico, de sabor, que conserva y como pudimos comprobar, aun es capaz, de poner en práctica.
Una vez impartidas sus clases de toreo y torería, fue el momento en el que Gonzalo Hernando diera muestras de su saber; la actuación del novillero de la casa, Juan Manjarrez, dio paso a los valientes miembros del foro taurino, quienes, asistidos por el banderillero amigo de la familia y amigo de todos, Daniel Ayuso, también hicieron sus pinitos con el percal y la muleta.
Sobremesa y Tertulia con sabor
Tras la comida, en los salones-museo de la propia casa se produjo una agradable sobremesa en la que se entabló una prolongada charla-coloquio con una persona tan cultivada en los ruedos y fuera de ellos como es el maestro Hernando, que hizo las delicias de todos los que atentamente le escuchaban disgregar sus múltiples conocimientos y vivencias.
Un viaje de regreso que se hizo corto rememorando lo vivido, en el que el comentario generalizado fue la cercanía y amabilidad con que habíamos sido tratados durante toda la jornada.
Una familia que «vive, en torero». Gracias Maestro por su consideración.