¡NO PASARÁN!
El 18 de diciembre de 2009 pasará a la historia de la tauromaquia como un día aciago y de difícil digestión para quienes amamos el arte del toreo. Aciago porque en un país que presume de demócrata se cercena la libertad de miles de ciudadanos, sacrificada por intereses partidistas de minorías que niegan la realidad de un país suficientemente plural para que quepamos todos. Cataluña, la Cataluña más rancia, la que no ve más allá de la montaña de Montserrat, dio el primer paso para que sus ciudadanos, catalanes y aficionados a los toros, no puedan pisar una plaza por mera prohibición.
Es triste que tenga que recurrirse a la prohibición cuando se es consciente de que la fiesta, por sí sola, pervive. Es triste que se llegue a la prohibición con la hipocresía de un Gobierno que posa en las barreras y los callejones y calla en las tribunas públicas; un Gobierno que otorga libertad y secreto de voto con la cuestión taurina encima de la mesa y propugna la disciplina de partido para dirimir otras cuestiones (la vida y la no vida) mucho más profundas ética y moralmente, aplicando la ley del embudo según para qué.
Es triste que tenga que recurrirse a la prohibición, porque el toreo sigue vivo a pesar de las manipulaciones de determinados medios de comunicación, que desinforman, que ensucian, que sólo buscan sangre y morbo en lo que de siempre fue un poso de cultura, de belleza y de arte, reconocido por creadores e intelectuales de todas las épocas. Ahí quedan, para la memoria, los grabados de Goya, los trazos inmortales de Picasso, los versos de Alberti y de Lorca, la historia recopilada por Miguel Hernández, como un rayo que no cesa; la lágrima de un torero según Dalí; el pensamiento profundo de Ortega y Gasset; el verso de Claudio Rodríguez, nuestro Claudio, que entendió el toreo como un arte efímero en el que hundía sus recuerdos desde la niñez. Nombres universales que supieron reconocer en el toreo un valor universal.
Es triste que un Gobierno que condecora desde un Ministerio de Cultura –de CULTURA- a un matador de toros sea cómplice, con su silencio y permisividad, con su ambigüedad y su tibieza, de una prohibición que va en contra de muchos de sus votantes, que no son libres para decidir si quieren ir o no ir a una plaza de toros. Una plaza de toros que ha colgado su lleno de ‘no hay billetes’ con José Tomás, erigido en vertical contra la intolerancia; una plaza donde un torero catalán, Serafín Marín, hizo el paseíllo y se puso la barretina por montera, en señal de reivindicación de su identidad y de sus tradiciones, como un grito de libertad lanzado a los vientos. Porque el toro, a pesar de su lamentable utilización política, no tiene colores, ni entiende de ideologías, ni de fronteras territoriales, ni de políticas nacionalistas que sólo buscan la división en pos de falsas identidades, forjadas con falsas lecciones de historia, acomodadas al color del cristal con el que se mira.
Una paradoja quiso que el 18 de diciembre, fiesta de la Virgen de la Esperanza, el Parlamento Catalán diese el primer paso para intentar eliminar de un plumazo siglos de historia de un rito mágico, de un diálogo único entre el hombre y el toro. Nosotros, el Foro Taurino de Zamora, lejos de entrar en descalificaciones contra quienes no piensan como nosotros, queremos elevar la voz desde la esperanza, en señal de respeto para todos aquellos ciudadanos, taurinos y catalanes, a quienes se les quiere privar de su afición, utilizada como arma política, en detrimento de su derecho a decidir. El toro, al final “pondrá a cada uno en su sitio”.
En Zamora a veinticinco de Septiembre de dos mil once, fecha en la que algunos trata de que hoy se celebre la última corrida de toros en Cataluña. ¡No pasarán!
Viva la Fiesta de los Toros, un Arte Universal
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