En el municipio vallisoletano de Boecillo, en la finca Raso de Portillo nos esperaba D. Juan Ignacio Sagarra Gamazo, ganadero de «Raso del Portillo» en lo que será una de las actividades por nuestra parte más recordadas
Como si de alguien importante se tratase, en la entrada de su cortijo nos recibió vestido para la ocasión junto a sus hijos y hermana en representación de la familia. Un ritual como los de antes; como también similar al de antes es el carácter y comportamiento de sus toros.
Deseosos de conocer la historia de la ganadería más antigua de España, no fue inconveniente el que la lluvia, en un día tan señalado como el de la Inmaculada Concepción hiciera acto de presencia. Cómodamente instalados en un remolque recorrimos los cercados teniendo el privilegio de hacerlo acompañados en todo momento por D. Juan Ignacio que se deshacía en explicaciones y respuestas a la salva de preguntas que le formulábamos.
Por su extensa finca de 1.400 hectáreas contemplamos las vacas, sementales, añojos, erales y utreros, entre los cuales estaban los que con mucho orgullo lidiara en una plaza de Francia. Reses de los dos hierros que conviven: «Raso del Portillo y «El Quiñón» de cuyas características y diferencias el ganadero se encargaba de ofrecer explicaciones y mostrar las diferencias morfológicas.
Mientras transcurría la visita por los amplios pinares, D.Juam nos deleitaba con numerosas experiencias y anécdotas vividas en la finca desde que sus antepasados eran dueños de los cercados, entre otras, la referida al sofá que se encuentra en la copa de un pino.
También nos enseñó sus caballos y conocimos detalles de su afición al polo, deporte que disfruta con sus amigos y familia. De par en par, también nos abrió las caballerizas, la plaza de tientas y cuarto de toreros, donde luce con orgullo un abanico regalado por el recordado Maestro Antonio Bienvenida, buen amigo de su familia que frecuentaba la finca.
D.Juan Ignacio es una persona con mente actual pero sabor añejo en sus reflexiones. Un hombre del siglo XXI pero basado en la educación “de los de antes”, donde el respeto a sus semejantes prima por encima de todo y cuando un apretón de manos vale mas que un simple garabato en un papel.
Por ese trato tan exquisito con el que nos recibieron, por el amor que demuestran hacia esta pasión que nos une, por la consideración que mantuvieron con una humilde asociación como la nuestra, brindamos por él, por su familia y porque su ganadería siga manteniendo la bravura y prestigio original.
Desde aquí, nuestro agradecimiento a D. Juan Ignacio y a su familia por tanto honor recibido. También a su mayoral, por los gestos amables con que nos atendió.